¿Por qué los camareros españoles no saben de vino?

Melopeas

Alguno del gremio leerá el titular y cerrará el post al instante. Lo siento de veras pero, por mucho que duela, esto es cierto: los camareros de este país, la inmensa mayoría, no sabe nada o casi nada de vino.

Si sois vineros cuando salís, decidme cuántas veces habéis preguntado por los vinos de un bar y os han contestado que tienen “Rioja o Ribera”. O peor aún: “tinto, blanco o rosado”, como me dijo una camarera sin pestañear en un  local del madrileño barrio de Las Letras que se autodefine, por lo que pone en el rótulo de la entrada, como winebar. Verídico. El colmo del colmo es lo que le pasó a un allegado que preguntó en un bareto de los de toda la vida qué vinos por copa tenían y el camarero le respondió que si “frío o del tiempo”.

Coravín: la maravilla para extraer el vino sin sacar el corcho

Saberes

Pocas cosas dan más rabia en el mundo del vino que querer probar una copa de uno determinado y que el camarero te comente que ese, justo ese, no se sirve por copas. Generalmente, se trata de un vino de precio elevado, por lo que el bar o restaurante considera que no merece la pena su descorche, dando por hecho que servirá sólo dos o tres copas antes de que se eche a perder.

El resultado es que el cliente pide un vino que le apetece menos y se arrepiente de no haber acudido al sitio en cuestión con toda la tropa de amigos para poder afrontar la botella entera. ¿Tiene todo esto solución? Sí, basta con que el establecimiento se haga con un coravín.

Derechos del Bebedor de Vino

Melopeas

Por la presente, el arriba firmante, reunido consigo mismo, en dudosa posesión de sus facultades mentales por la ingesta inmoderada de vino y harto del habitual maltrato a éste en tantos restaurantes españoles, proclama el siguiente decálogo de Derechos del Bebedor de Vino en tales establecimientos.

1.- Derecho a unos mínimos conocimientos del camarero.
Los propietarios de los restaurantes no están obligados a pagar un master en Enología a sus camareros, pero deberían formarlos mínimamente para que, ante la pregunta “¿Qué vinos tenéis?” y en ausencia de una carta ad hoc, sean capaces de contestar algo más que “Tintos y blancos” o “Riojas y riberas” en un país con 69 denominaciones de origen y más vinos diferentes que seguidores de ACDC.

Probando el vino: el mal trago de evitar un mal trago

Saberes

Conoces de sobra la situación. Pides un vino en un restaurante, te lo traen y te lo dan a probar. Salvo que el local tenga sumiller, se crea un silencio tenso en el que nadie sabe muy bien qué hacer. El camarero pone cara de paisaje. Probablemente piensa en el partido del domingo pero tú piensas que él piensa algo así como “A ver qué dice este imbécil sobre el vino”. Tu acompañante piensa: “A ver qué dice este sobre el vino” (sin lo de “imbécil”, porque probablemente te quiere o al menos te respeta). Y tú piensas: “A ver qué digo sin parecer un imbécil”.

Señores del Museo Vivanco, adóptenme

Lugares

Gracias a Baco, como más se aprende de vino es bebiéndolo. A continuación, visitando lugares relacionados con él y escuchando a gente que sabe. Uno de esos lugares es el Museo Vivanco de la Cultura del Vino, en la localidad riojana de Briones. Se trata de uno de los mejores museos de España. A secas. Y punto. Porque en todo -atención al visitante, organización, disposición de las piezas, rótulos informativos y demás elementos de esa ciencia llamada museología- está a la altura de cualquier otro, llámese Prado de Madrid, Guggenheim de Bilbao o Romano de Mérida.