Hay estudios sobre absolutamente todo. Algunos de ellos son serios, otros irrelevantes, algunos completamente absurdos… pero nos encantan. El vino no iba a ser menos. Si no, echad un ojo a las conclusiones de este informe, realizado por “French Wine with Style”, que asegura tener datos suficientes como para determinar las diferencias de carácter entre los bebedores de tinto, blanco y rosado. ¡Toma ya! Grande. A ver cómo se lo curran conmigo, que bebo los tres tipos por igual 🙂
Hoy os proponemos que, en estas fiestas navideñas, os rasquéis un poquito el bolsillo (qué son 20 euros si se trata de quedar mejor que el cuñado) y deslumbréis con originalidad llevando un fantástico cava rosado. Mejor para el aperitivo y los primeros. Un espumoso rosado muy elegante de Recaredo que ha envejecido estupendamente 31 meses en barricas de castaño.
Buena pregunta y, ahora que el rosado ha vuelto con fuerza, más de actualidad que nunca. Vamos a intentar explicar la diferencia entre ellos sin entrar en tecnicismos, ya que es muy fácil liarse si no se está familiarizado con los procesos de vinificación. Para empezar, diremos que el rosado se vinifica como un blanco y el clarete como un tinto, por lo que se puede decir que el clarete es un tinto de bajo color.
Hoy vamos a tratar uno de los temas más importantes a la hora de disfrutar del vino: su temperatura de consumo. Por favor, no hagáis caso del tópico extendido que asegura que los vinos blancos deben beberse fríos y los tintos a temperatura ambiente. ¿Cómo que «a temperatura ambiente»? Si vuestra casa no baja de 23, ¿os vais a tomar el vino a veintitantos grados? Obviamente, esta afirmación no tiene ni pies ni cabeza. Como es lógico, lo que tenemos que hacer es intentar que la sensación de los diferentes vinos al entrar en la boca sea ligeramente refrescante. No olvidéis que se trata de zumo de uva fermentada y, por tanto, el frescor es básico para sacarle todo el partido.
Maldita Filoxera 